Gallinas y cuco

Cucko

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Tengo trece gallinas y un gallo. El gallo es blanco y poderoso; tan absoluto, que el año pasado hube de sacrificar a otro con plumaje atrevido. Era el otro de otro blanco marfil, confundido con plumas rojizas y marrones, una delicia de colores mezclados que, algunas tardes, se manchaban del rojo de la sangre de las palizas celosas del gallo blanco y poderoso. Ecológicamente, el amo de la pandilla de gallináceas se follaba majestuosamente al personal femenino a la vez que imponía como una especie de voto de castidad al gallo policolor. Hice muy bien en pacificar el ambiente condenando a muerte al débil, decisión ésta que no debe causarnos espanto incluso cuando me leáis lo que escribo contra la pena mortal. Pero no quería yo perderme en la crudeza humana.

Tengo trece gallinas suficientemente satisfechas de agua, comida, refugio, sombrasol y tendencias sexuales. Al decir de la cultura de la granja, su obligación natural se cifra en que el equipo debe devolver/pagar -de media- al menos seis huevos diarios,… y muchos más cuando la primavera alborota las hormonas. Pero en estos fríos días, de escasa bonanza, la postura suele ser de rechazo al dueño; como en estas épocas rechazamos a todos los dueños, a los amos, a los mercados y a los esclavos que tan apuestos importamos ayer de fuera. Para mejor pensar en esto último, en mi pueblo nos recuerdan que no se debe pedir a quien pidió.

El otro día era sábado y desde el lunes pasado de la semana pasada, el equipo de huevonas ha puesto dos huevos; cosa débil si lo comparamos con la fabricación al uso. Los «anonymous mercaderes» -con perdón de Julian- hacen un nido de discordia bien acicalado: los gobiernos ponen los huevos -cada vez menos sociales- y los populares esperan pacientemente la eclosión para arrojar del nido a los desvalidos. El polluelo del cuco empuja sin compasión; los padres, despreocupados y en siesta permanente, siguen decorando los campos con notas bucólicas y envolventes: cu-cú, cu-cú, cu-cú,…

Y el gentío, mezcla cariñosa de lúcido y pardo, se abstiene en las profundidades que querer ser y no saberlo.

Y luego dicen que los huevos son caros.

Goyo
21-dic-10
El planeta Tierra comienza a iluminarse por el norte.