Algunas cosas de la edad

 

Rouco_Varela

 

Sin necesidad de haber estudiado con éxito -como Einstein- la esencia relativista del tiempo, podemos observar a nuestro alrededor cómo el personal variado mantiene y defiende la opinión de que para ejercer la Política, además de mostrar apariencia jovial, se asume como ejemplar que la experiencia en cargos notables no debiera superar los ocho años.

Además, se impone también el valor de calificar como vicio de sanguta el que una persona dedique toda o gran parte de su vida a diversas funciones, compromisos o tareas políticas debidamente remuneradas. Para los del extrarradio del raciocinio, puede resultar curioso que para tal criterio reposado no se defienda su aplicación en áreas como la Banca, la Música, la Religión o la Medicina. Son pocos los que se asustan ante la presencia de un viejo profesor, un Papa anciano, un banquero arrugado o un director de orquesta repleto de experiencias temporales.

Hubo un tiempo en el que muchos españoles dijeron llorar la desaparición del octogenario líder; si a mitad de siglo pasado a alguien se le hubiese ocurrido defender públicamente su sustitución o recambio –incluso por otro aguerrido general de treinta y pocos años– ese alguien, en cualquier manicomio hubiese sido bien recibido. Eran los años en los que la experiencia era la cuñada de la Ciencia.

En estos nuestros años, me resulta preclaro que experiencia y ciencia parece que conviven sin necesidad de constituir un matrimonio para toda la vida; se dice que los experimentos han de hacerse con gaseosa y se espera de los científicos que repitan muestra de aquel sabio que tan triste y mísero estaba, que sólo se alimentaba…

Ahora tenemos fresca la experiencia del remozar de la cruzada católica liderada por el señor Rouco, al que nunca le han exigido jovialidad o empatía. Dice la poca prensa que he leído que teólogos y cristianos de base se contentan por el sucesor electo, que está más en consonante con Francisco, sin que ello signifique que el monseñor Rouco estuviese más en vocal con el Santo Padre. Total, que no he escuchado a nadie promoviendo la candidatura de algún joven seminarista. Supongo que beatas y católicos de altura estarán compungidos.

Aquellos romanos estaban locos: sus senadores eran los viejos. Nuestra cordura quizá prefiera lo innombrable.

Goyo

20-mar-14

Último día de este invierno maldito que se inició en noviembre del 12