Otra vez el agua

 

 

 

Si, según los libros sabios, somos el 80% agua, no debiera extrañarles que el porcentaje de mis cuitas y titubeos sobre los diversos temas, se vaya acercando a tal número, que tal quórum vaya siendo el requisito que me exige el éxito del cónclave.

 

Ha vuelto a llover sobre esta tierra seca como para recordarnos que cerca del 80% de la superficie del planeta está cubierta por el agua, como para lustrar los recuerdos de aquella infancia de inviernos lluviosos. Quizá de ahí que tomen éxito ahora los vulgares prodigios de gente guapa que se arroja al agua desde la arriesgada altura de tres metros.

 

Cuando el cielo vierte el agua, no solo la gravedad la obliga a tomar el camino más recto para caer; es que cuando ha caído, la misma fuerza gravitatoria la dirige, por el camino más corto –a veces curvo- hacia zonas más bajas. La inmensa red de regueros, arroyuelos y ríos vacían la tierra casi a la misma velocidad que las aguas la cubrieron.

 

Los campos escurren las demasías por los cauces requeteconocidos por los hombres y sus historias. Por eso, es tan lógica la Ley de Aguas como la Ley de Costas. Pero ya saben, son las leyes más vergonzosas que nos acucian; jueces, alcaldes, pensadores, estudiantes y gente humanoide coinciden en reconocer la burla permanente mostrada cuando se construye sobre cauces, se distorsionan los cursos con la extracción abusiva de áridos, con explanaciones y movimientos de tierras, con decisiones de mostrenca chulería y burla hacia los principios básicos de la experiencia más cruda o de la ciencia más exquisita. Todo el capricho sobre la tierra, vendrá bendecido o maldito por el agua de más tarde.

 

¿Qué tiene esto que ver con que el pantano del Guadiloba ha debido evacuar durante cuatro días la misma cantidad de agua que gastamos los cacereños durante todo un año? Pues, en mi duda, que aún no hemos aprendido a controlar el uso del agua y que se cobra mucho más barata que los daños ambientales que provoca su uso desmedido y descontrolado.

 

De nuevo las aguas recuperan su cauce atormentando creencias y rompiendo argumentos. No han necesitado abogado de oficio, ni registrador que defina propiedad, ni juez que interponga interdicto: los regatos siempre llevan la escritura bajo el brazo. ¿Cuándo nos vamos a enterar?

 

Goyo

19-mar-13

Una banderita para los que respetan las aguas