Cáceres de Azul

azul

 

En aquel tiempo y en estos entonces las cosas siempre fueron complicadas y difíciles, por eso conviene refugiarse en la duda; así, desde la cueva de la incertidumbre uno puede tantear las imprecisiones, rebuscar en razones ajenas y tratar de componer un juicio no dañino. Esta actitud no disfruta del aplauso de la plebe, que suele buscar pronunciamientos y conclusiones rígidas aunque se contaminen de violencia verbal, gestual o comportamental.

No es verdad que la gente se queje por todo, se queja por mucho. Unos porque dicen que pagan muchos impuestos y otros porque aumentan los aparcamientos azules a más de dos mil cuando ahora, con menos de mil, no parecían quejarse. Dicen que todo se ha de hacer por la movilidad urbana; y yo pienso que cuanto menor sea el tiempo reglado para estacionar el coche y mayor la zona posible, más grande y diverso será el cachondeo de la mudanza. Si a ello le añadimos el trío residentes, visitantes y turistas, tendremos variadas agitaciones a las precisas horas en que se pretende tranquilizar al personal.

Cáceres medieval y renacentista no fue pensada para los villanos sino para élites de la nobleza, el clero o la milicia. La prueba permanente e imborrable del algodón se aprecia cuando uno conoce la razón del diseño arquitectónico del Arco de la Estrella; si tal problema hubiese aparecido en mi pueblo, habríamos hecho pasar el carro atravesado. Cáceres moderno y contemporáneo, debido a la movilidad urbana que imponen los carruajes, se adornó con marmolillos en las esquinas y con bosques de bolardos en las aceras. Incluso dicen que ya es bueno reservar calles enteras al uso exclusivo de la clase peatonal. Como la invasión del vehículo es cada vez más atosigante, las autoridades tratan de solventar el problema; pero el problema no solo lo causan los movilizados cacereños sino que a ellos se añaden los viajantes arroyanos, los inquietos casareños y un montón cotidiano de movilizados de los alrededores atraídos por la aparente feria capitalina.

Ya no podremos dejar tranquilamente el cacharrito en cualquier parte. Y conste que no acudimos a un ferial, sino a un trabajo, a una gestión administrativa ineludible, a una visita médica,… incluso a un relajante paseo por el desvencijado y abandonado Parque de Antonio Cánovas.

Goyo

25-oct-16