Tres por uno

 

Otra vez han vuelto a preguntar a la gente y otra vez la gente ha vuelto a decir que el principal problema que contempla, observa y percibe es aquel que impide cambiar un trabajo por un dinero. El intercambio de las diversas habilidades laborales por un salario dicen está regulado por leyes; las últimas han sido empaquetadas bajo el epígrafe “actual reforma laboral”. Este corpus parece ser el causante de que cualquiera pueda tener al lado una hija, un pariente, un amigo, una vecina,…en el inmenso campo del desempleo. Y claro está, estando en el paro, la gente no sabe decir otra cosa.

Pues el último barómetro del CIS dice que las tres cuartas partes del vecindario de este país (76,4%) entienden que el paro es el principal problema que tenemos; sabiendo que no tanta gente está sufriendo en carne propia tan calamitosa situación, debemos afirmar que sigue conviviendo entre nosotros algo de humanismo y que se sigue siendo capaz de ponerse dentro de la piel del que sufre.

Para nuestro manejo, digamos que este asunto se apoya en tres patas: Gobierno, Patronal y Sindicatos; tres palabras desagradables para el sentir colectivo, tres conceptos minusvalorados. El Gobierno dice habernos dirigido a otra época de bonanza y crecimiento de modo tal, que no hay en nuestra Europa parangón. Los empresarios parecen ahora estar dispuestos a subir un 2,5% los salarios más bajos, pese a que no hace tanto tiempo, sus cerebros afirmaban que lo que debía hacer el obrero es trabajar más y ganar menos. Y los sindicatos sufren una merma considerable de creyentes y afiliados que provoca una debilidad añadida al irrisorio campo de la negociación colectiva.

Estos desajustes explican que no es descabellado pensar que yo, como empresario, me plantee despedir a un trabajador que gana 1200 € al mes y contrate, a tiempo parcial de cuatro horas al día, a tres nuevos trabajadores que cobrarán 400 € al mes cada uno de ellos. A la postre, he creado tres puestos de trabajo y cuatro horas que añado a mi empresa a cambio de un desempleado. Además si esto lo hago con sabia publicidad, tengo papeletas para ser reconocido como empresario del año.

Así que cuando se trate a los trabajadores como frías relaciones numéricas, el humanismo se aleja y me queda la duda de la viabilidad legal del cambio del tres por uno.

 

Goyo Tovar

12-jul-17

Alcaldes contra el paro

 

 

 

Hace como dos años y pocos días, mi pueblo fue inundado de octavillas culpabilizadoras de que un tal ZP -que no había sido Alcalde, ni se presentaba para ello- era el responsable de que hubiésemos llegado a los cinco millones de parados. Era el periodo electoral cifrado para componer de nuevo los gobiernos de los ayuntamientos y las promesas más atractivas del momento basculaban en argumentar que el equipo local era el culpable de la catástrofe y el cuadro visitante poseía todas las papeletas para sanar el problema del paro.

 

Como si fuese aniversario, el señor alcalde de Mérida se sincera esperando que alguien de su condición regidora le apunte camino: “Si algún alcalde ha conseguido bajar el paro, que me diga cómo”. Yo creo que esta condicional implica que el regidor emeritense desconoce que alguno de sus colegas haya conseguido tal hazaña, también implica que él mismo desconoce los mecanismos que desde un Ayuntamiento puedan aplicarse para rebajar el descalabro laboral y que, tras dos años de infructuoso ejercicio de reparo, estaría dispuesto a escuchar maneras y formas para enderezar el entuerto. Mangas verdes a horas negras. No se ha enterado que la respuesta está en la última Reforma Laboral.

 

El entusiasmo ciudadano mancillado de aquel mayo de hace dos años, despertó un junio nuevo que sembró lo suficiente para que en noviembre la cosecha se recogiese, sin importar la cantidad de cizaña que hubiese entre los granos. Una vez recogido el fruto, por seguridad, convenía asociar la cobranza a una supuesta herencia que lo mismo servía para argumentar todo, que se utilizaba para explicar nada. La buena gente de nuevo acogió la homilía venida de cerca, y de una cosa lejana que se llama FMI y de otra que nos cae a trasmano, vestida de negro. Ahora dicen que se equivocaron con y en Grecia. Aún no decimos que nos hemos equivocado con y en España.

 

El número de parados al comenzar este junio se ha reducido en unos cien mil; éxito que al decir de algunos no es otra cosa que fruto de las reformas y de los cambios. Otros minuciosos observan que los contratos indefinidos disminuyen a la misma velocidad que aumentan los contratos definidos por tiempos tasados, que en el argot de los currantes huela a basura de la buena.

 

Si tiene algún parado a mano, pregúntele su duda.

 

Goyo

12-jun-13

 

 

Paro al paro

 

 

 

Aquel que anunció que antes de gobernar con recortes sociales se cortaría un dedo, se arropó con buena noticia el mismo día en que el Papa se desnudó de poder mundano. Según la prensa, nuestra región ha cumplido el compromiso de no superar la trampa del déficit y ha demostrado ser obediente a las troikas de los madriles y de las bruselas. Además, esta vez hemos quedado como los mejores cumplidores del país. Dice el presidente que los extremeños han hecho un gran esfuerzo; quizá algunos extremeños piensen que los gobernantes han demostrado grandes debilidades. Siempre tendremos la diversidad suficiente para seguir dudando, pero… ¿ qué hacer con el déficit laboral?

 

A un año recién cumplido de la Reforma Laboral que provocaría contratos urbi et orbe siguen las descalabradas cifras que ya ni siquiera satisfacen a la patronal. Las empresas de todos los grosores y los trabajadores de todas condiciones estrenan el año con la cuerda más apretada. Los despidos ya no extrañan, las disminuciones de los servicios públicos ya se vician, el descrédito de los políticos se incendia y los funcionarios recogen desventuras y futuros cada vez más amenazantes. El desconcierto se corona con la inquietud creciente de los pensionistas. Milagrosamente, la palabra “emprendedor” sigue cautivando.

 

Si tal ha sido el éxito recortador y tan seguro el control del déficit, ya no deberíamos temer a que se contraten menos enfermeras, a que el profesorado que cae enfermo tenga su sustituto, a que la higiene en los centros escolares no se deje al aire del “es que no se puede”, que no se reduzca plantilla de equipos de prevención de incendios forestales, que no se achiquen ayudas a la Uex, que el servicio de ambulancias sea servicial, que se recorten las colas de las oficinas del paro,… Es decir que se prometa al menos que el colectivo de personas que trabajan para lo público no disminuya más.

 

Debemos exigirnos que no se reduzcan ya empleos en ninguna de las instituciones públicas, ni en las semipúblicas, ni en las empresas privadas que trabajan para lo público…; quizá así las organizaciones empresariales podrán sumarse a esta apuesta: se acabaron los recortes en el empleo. No más despidos. No más aumento de las cifras del paro.

 

¿Creen que yo dudo de esto?

 

Goyo

19-feb-13

Spanishrevolution (II)

Aperos

Cuando Maxi Robespierre y su pandilla de revolucionarios parisinos hilvanaban lo que todavía está por coser, casi seguro estoy que para ellos y para los girondinos, las discusiones y los debates de la Asamblea eran revolucionarios. En los debates y asambleas de esta primavera tórrida y soleada, no me parece que exista convicción de que estamos ante un acontecimiento social que merezca tal nombre; pero como los esfuerzos y las tensiones han sido abundantes, seguro que las propuestas no solamente dejarán poso sino que germinarán.

Antes de que sepamos si la plaza vuelve a ser el campo primigenio, cruce de calles, almacén de sueños,… ya están los agoreros pronosticando su inanición o, lo que es más y mucho peor, que el movimiento se pare en un partido político (por absorción/por creación); será entonces cuando tendremos más seguridad a la hora de utilizar, o no, con precisión, el calificativo «revolucionario».

Las propuestas que mayor magnetismo podrán crear giran alrededor de nuestra capacidad como sociedad para ser abundantes también en «trabajo»; lamentablemente, parece que nadie reivindica que lleguemos a lo que podríamos llamar «derroche laboral». Cosa que me parece hasta milagrosa si me dedico a ver números de trabajadores afiliados a los sindicatos, a la participación de los afiliados, al respaldo y valor concedido por la ciudadanía a las tareas sindicales y a la filosofía escrita y practicada por algunas organizaciones que se dicen defensoras de los derechos y de los deberes de los trabajadores.

Pues la segunda tanda de propuestas, en número de cinco, se destinan a diseñar una estrategia contra el desempleo. Son éstas:

1.- Reparto del trabajo fomentando las reducciones de jornada y la conciliación laboral hasta acabar con el desempleo estructural (es decir, hasta que el desempleo descienda por debajo del 5%).
2.-Jubilación a los 65 y ningún aumento de la edad de jubilación hasta acabar con el desempleo juvenil.
3.-Bonificaciones para aquellas empresas con menos de un 10% de contratación temporal.
4.-Seguridad en el empleo: imposibilidad de despidos colectivos o por causas objetivas en las grandes empresas mientras haya beneficios, fiscalización a las grandes empresas para asegurar que no cubren con trabajadores temporales empleos que podrían ser fijos.
5.-Restablecimiento del subsidio de 426€ para todos los parados de larga duración.

Creo que la necesidad de repartir el poco trabajo que se ofrece, tiene que ver con las herramientas. Bien pronto me parece que nos hemos olvidado del avance de nuevo maquinismo, que incluso el ocio -no ya el trabajo- viene dispuesto en máquinas. El resultado es que no sólo se abarata la pena del trabajo sino el tiempo del trabajo, y lo último repercute en una menor cantidad de trabajadores. Ello supuso hace más de medio siglo la aventura de dictar por ley una jornada máxima de ocho horas diarias y un correspondiente descanso semanal que se ha ido agrandando y parece no tener fin. Para ambas situaciones apunté meses atrás algunas reflexiones que quizá convenga revisar: tal vez sea viable una jornada laboral de seis horas con la proporcional reducción de salario y quizá no sea de locos comenzar a pensar en otra concepción de la semana diferente a como la dibuja el Génesis o la impuso la cultura judía.

Acerca de la jubilación, la concepción del Estado del Bienestar apunta a una personalización de las condiciones de trabajo de forma que cabe esperar diferentes formas de abandonar o cambiar de trabajo sin que una determinada edad sea la clave definitoria. Y conviene buscar planteamientos de un periodo de tránsito hacia la jubilación definitiva con jornadas adaptadas al trabajador y/o a la empresa o administración.

Sobre el trabajo temporal es cuestión que debemos aceptar y que viene impuesta por las tendencias sociolaborales a la adaptación; hay empresas que pueden afrontarla causando beneficios. Otra cosa y necesidad es que debamos impedir abusos. La cuenta quizá se aclare diciendo que a la sociedad le debe dar igual que un trabajo de ocho horas lo ejecute una persona en ese tiempo, o sea ejecutado por dos personas que hayan trabajado cuatro horas cada una.

El despido cuando existen beneficios no persigue otra cosa que buscar más beneficios, esa es la clara filosofía que sustenta la teoría de la competitividad, que por cierto, no sé como no ha sido agarrada de los pelos incluso por pensamientos progresistas, cuando observamos que el ser competitivo se aleja mucho del ser solidario y fraternal.

Acerca del restablecimiento de un subsidio no debe fijarse en un número único, creo que estamos en condiciones de asegurar una mejor atención a la persona sin trabajo teniendo en cuenta su condición familiar, de renta y de limitaciones por edad o condición de valía. Ello implica una mayor cantidad de personas dedicadas a las oficinas públicas de atención laboral.

Vale. Pero les noto un tremendo olvido. En nuestra sociedad y cultura -Europa Occidental- el trabajo es un elemento contractual que surge a través de las iniciativas empresariales. Siempre nos han hecho creer que son las empresas las instituciones que crean empleo y la función de las administraciones públicas residen en animar y ayudar en lo posible a las iniciativas empresariales. Muy bien. Pero en el andar cotidiano, las personas con graves problemas económicos porque no encuentran trabajo, acuden a los Ayuntamientos a demandar «lo-que-sea» y ahí tenemos a miles de alcaldes agobiados por atender una necesidad que ninguna de las leyes que regulan las Haciendas Locales recogen como de obligado cumplimiento. Item más, tan solo cuatro o cinco años atrás, las empresas denostaban (por decirlo educadamente) a los gobiernos municipales que decidían hacer obras públicas por administración, argumentando que los Ayuntamientos «quitaba» el trabajo a las empresas. Ahora son las empresas las que demandan a las instituciones públicas el fomento de obras públicas para salir del bache; es decir, estamos en la época donde las empresas piden empleo a las administraciones. Ahora son también los obreros quienes acucian a los Ayuntamientos para que les «den» trabajo. Ahora han sido los aspirantes a regir los gobiernos municipales los que han prometido «crear» empleo. Ahora podrá salir quizá alguien a recordarle que esos dineros públicos no deben tener carácter finalista distinto al previsto por los textos refundidos. Parece un primer paso hacia una malversación general y consentida; eso es lo que parecen decir nuestras más elevadas palabras.

¿Vamos/queremos ir hacia un estado comunista donde los bienes de producción y las condiciones laborales las dicta papá Estado?

Goyo
02-jun-11

Pararse contra el paro

mercader
Algo de poquita historia.

Hubo un tiempo en el que me afané rescatando tesoros que gratuitamente da la lectura de la Historia; quizá el afán nubló el brillo de otros tesoros presentes y pasados; pero comprenderán que no sepa cargar con tantas riquezas y que me contente con algunas piezas que siguen teniendo duración del Plutonio 239. Uno de esos tesoros que trato de mantener y agrandar nace de la lectura y del pensar sobre los socialistas utópicos franceses. Comprenderéis entonces que también me apasionen las razones que escribió nuestro paisano Pablo Iglesias Posse; así que desde recién maduro, yo me creía que mi mejor apuesta social pasaba -curiosamente- por ser sindicalista y no tanto por ser socialista del partido. Y así anduve unos años hasta que razones y suertes me trasplantaron de Extremadura a Bélgica, donde me convencieron que, para mi, lo mejor sería trabajar también en el partido hermano.

Políticamente, me eduqué entonces entre ugetistas y socialistas exiliados de las cuencas mineras del Nervión y del Nalón; si el grupo humano de aquellos obreros perseguidos por la dictadura franquista te toma en consideración, no puedes evadirte para compartir ideas, fiestas y esperanzas. Así que aprendí que el 1º de Mayo era nuestra fiesta, como al día siguiente era otro aniversario socialista, el de la fundación del PSOE.

Otra fiesta sin jolgorio.

Usted sabrá castigar mi atrevimiento; pero voy a escribir -cojeando- sobre el Primerodemayo, el de este año que nos agobia. Y digo cojeando porque no sé componer una lectura global y completa de lo que ocurre. Algunas certezas deshilachadas se amontonan y se las muestro por si usted tuviera más luces para componer la comprensión:

Un gobierno socialista obligado a reducir significados avances sociales.
Un no-gobierno conservador, incapaz de definir cómo conservarlos.
Una masa trabajadora desconfiada y apartada del mundo sindical.
Empresarios que declaran ganar menos que la media de los obreros.
Un sistema bancario cada vez más menos comprendido.
Una tasa de paro que no aparenta tara social.

Casi todo incomprensible.

¿Y la empresa?

El fenómeno del paro es posible que tenga alguna razón diáfana; una de ellas, se articula popularmente adjudicando la responsabilidad mayor de la falta de ofertas de empleo a la administración. No obstante, esta adjudicación varía de forma que aparenta mero capricho: se puede adjudicar la culpa el gobierno municipal, al autonómico o al nacional según conveniencia a la hora de atizar. Por ejemplo, un gallego orgulloso de su gobierno autónomo deriva la responsabilidad del paro hacia el gobierno nacional; no obstante, en otras comunidades donde la oferta de empleo es aceptable, se le asigna nulo acierto a las políticas del Ministerio de Trabajo.

Tradicionalmente, la cultura sociolaboral de la Europa Occidental admitía como principio energético primero y básico, el indiscutible valor de la actividad empresarial como fuente de la riqueza. Era la empresa el templo de donde surgía la riqueza y los gobiernos mejor valorados eran los que conseguían recuperar parte de los beneficios para aplicarlos a políticas sociales. Eran los tiempos donde el aguerrido empresario contemplaba a cualquier administración pública como elemento enemigo porque anulaba, fustraba o reducía peligrosamente la «iniciativa empresarial».

Ahora parece tan difuminada tal iniciativa, que se ponen de moda los discursos de que el Estado -su gobierno- debe animar tan desaparecida impronta con préstamos a interés 0% -como se hace en USA, dicen-. En mi conocimiento está que el ICO presta buenos dineros a intereses sanos y que, en muchas administraciones públicas, se destinan fondos públicos a soportar parte de las apuestas empresariales «a fondo perdido«. (Supongo que esto último no requiere de mayor explicación).

Que venga lo que seaSon los mercados es la novedosa manera de argumentar tanto abandono de compromiso personal con lo social.

No creo que triunfe un alocado individualismo.

Vendrán mayos mejores.

Goyo
1-2 de mayo de 2011.

Jesús y Manuel

Veiga

Murió Manuel Veiga. Se reía de mí con la amabilidad de un amigo protector «…no, no me cuentes ahora lo que vas a decir en el comité; prefiero escucharte allí«. No he podido estar en su entierro. Rebusco cosa fresca del día para componer un recuerdo pausado, abro al azar el libro gordo de Derecho Romano Privado y me sale el capítulo II. Interdictos y acciones.

En la fecha del óbito, se prepara también «el tema del día«; son las recetas para generar empleo en Extremadura. Un grupo de seleccionados personajes ofrecen su particular visión. Son siete conocedores de la sociedad y de la economía de nuestra región y se declaran conocedores y creyentes de que nuestra comunidad tiene potencialidades suficientes como para dar trabajado a buena parte de los casi ciento veinte mil desempleados. Los creyentes y conocedores son variados, por orden alfabético:

Juan Manuel Arribas, secretario general de la Confederación Regional Empresarial Extremeña (Creex).
José Luis Ascarza, presidente de la Confederación Empresarial de Turismo de Extremadura (Cetex).
Miguel Coque, sindicalista de CCOO.
Ignacio Huertas, secretario general de la organización agraria UPA-UCE.
José Antonio Pérez Rubio, sociólogo.
Julián Ramajo, catedrático de Economía de la Universidad de Extremadura.
Rosario Riñones, secretaria de Acción Sindical y Empleo de UGT en Extremadura.

Las recetas anunciadas, se las expongo a continuación; sin precisar qué persona la prescribe, están recogidas por orden de aparición, que quizá quiera decir que pudiera ser la posología que asegura el remedio:

1.- Facilitar la actividad empresarial.
2.- Potenciar las posibilidades que ofrecen sectores como el turismo y las energías renovables.
3.- Cambiar el modelo de política económica que haga circular el dinero y aumentar el consumo.
4.- Facilitar la actividad empresarial para que las empresas sean más competitivas.
5.- Poner en marcha la reforma laboral por parte del Gobierno.
6.- Hacer aquí en Extremadura una reforma fiscal para que, como está sucediendo, no se marchen empresas a otras comunidades donde no tienen tantas trabas financieras.
7.- Poner en marcha nuevos activos que generen empleos complementarios.
8.- Incentivar el consumo, invertir en infraestructuras.
9.- Llevar a cabo un cambio de modelo económico.
10.- Reformar el sistema financiero español.
11.- Desarrollar planes de rehabilitación urbana.
12.- La aplicación de la ley de dependencia.
13.- La potenciación de las energías renovables.
14.- Sin olvidar «la lucha contra el fraude», si eso se resolviera, «se acabaría el déficit de una tacada».
15.- Cambio de modelo económico.

Y otras muchas consideraciones y consejos que podrán recopilar mejor atendiendo a los expositores.

Se añaden también posibles contraindicaciones:

1.- El año 2011 tampoco va a ser demasiado alentador para la economía.
2.- El desempleo no es un problema que se pueda abordar solo desde Extremadura porque «traspasa fronteras».
3.- No hay propuestas políticas de envergadura para paliar el desempleo.
4.- Estos expertos consultados consideran que el año 2011 no va a paliar el paro.
5.- Hasta el primer semestre «no se va a levantar cabeza», pero aboga por «un mensaje favorable».

Mientras de nuevo repaso el recetario y contemplo las fotos de los siete magníficos, le comento a Jesús, que si ha visto las recetas contra el paro. Jesús arquea una ceja y me dice que la letra tan pequeña no la ve, y entonces comienzo a leerle por el mismo orden que ustedes han leído, y me manda callar a la segunda, y me recrimina por hacer caso a «esas cosas». Jesús es un yesista de cincuenta y muchos años que sigue soñando con techos y enlucidos aunque se rebelen las treinta vértebras. «…pero ya no volverá a ser como antes…».

El caso es que el día antes, en el Parlamente Extremeño, los líderes políticos tampoco firmaron ningún «despáchese»; discutieron de datos ciertos e inciertos, pero tampoco avanzaron remedio a la dolencia.

Y es entonces cuando recuerdo la luz de Manolo Veiga: el pretor, mediante los interdictos, protege determinadas situaciones de hecho (possessio ad interdicta) que se clasifican según el fin que persigan:

Retinendae possessionis: para retener la posesión, para impedir los actos de quien lesiona o dificulta el ejercicio de la posesión (de un empleo, por ejemplo).
Recuperandae possessionis: a favor de aquella persona que ha sido despojada de lo que poseías (un empleo, por ejemplo)
Adispicendae possessionis: para facilitar la obtención, para adquirirla por vez primera (un empleo, por ejemplo).

Jesús, el yesista, tampoco cogerá el aire de los interdictos ni las recomendaciones de los catedráticos, de los agentes sociales y demás conocedores de este agobiante panorama.

– ¿Por qué no puede repartirse el poco trabajo que hay, entre los que están dispuestos a trabajar ?,… naturalmente se trabajaría menos horas, se ganaría menos dinero, pero el trabajo total sería el mismo, ¿no?
– Pufff, eso no lo quiere nadie, nadie está dispuesto a que le quiten ni un céntimo.
-¿Estás seguro, Jesús?
– Yo creo que sí, nadie está dispuesto a sacrificarse por nadie.

Nos falta un pretor, Manolo.

Goyo
31-dic-10

¿ Por una jornada laboral de seis horas ?

woman-workers

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(Primeros apuntes para entender el paso de los “Mártires de Chicago” a los esclavos de los paraísos financieros.)

En Chicago, que está en los Estados Unidos, en 1884, hace 126 años; una Convención de trabajadores organizados, inició lo necesario para que la sociedad tuviese al frente una nueva idea de jornada laboral: con ocho horas de trabajo al día debería ser bastante frente a las 10, 12, incluso 16 horas de trabajo que entonces se consideraban “normales”.

No hay que olvidar que los Estados Unidos de América, en su infancia política, se adelantaron formalmente a los principios revolucionarios que triunfarían en Francia en 1789. Aquella “América” fue también campo de experimentación para algunos socialistas utópicos (Owen, Cabet, Fourier), creando colonias comunitarias con inmigrantes ingleses pobres, conocedores profundos de la inhumanidad empresarial británica de la época y profetas de la nueva lucha por la reducción de la jornada de trabajo. Bien es verdad que buena parte de los obreros propiamente norteamericanos, muy influenciados por la diversidad de sectas religiosas (mormones, metodistas,…), se conformaban buscando consuelo dominical en la iglesias para poder soportar anímicamente otra semana de ceguera.

Desde la década de los 60 (1860) es decir, hace ya 150 años, se venía pidiendo una reducción de la jornada laboral. No ya solo porque las condiciones de seguridad y descanso lo mereciesen; sino porque ¿para qué nos han de servir los descubrimientos sobre la Mecánica, los avances en la perfomance de las herramientas, si no se convierten en ventajas para las empresas y los obreros ?. No solo para las empresas. No solo para los obreros.

¿ Qué motivos pueden utilizarse hoy para reivindicar una reducción del tiempo de la jornada laboral ? Contemplo las obras del AVE, que están junto a mi viña; lo que se anunció como tremenda oportunidad de refrescar empleos, se presencia como un pequeño hormiguero de camiones y máquinas que apenas dejan ver al hombre. Muchos de los trabajos que ayer requieren menos personas hoy; por suerte, nacen trabajos nuevos donde la máquina no puede sustituir a la persona: son los campos de atención social, de dependencia, de infancia, de educación,…es indudable, y atosigante, el conjunto de factores que han modificado el complejo mundo laboral.

Contemplando esta problemática a nuestro alrededor, un apunte ligero y breve nos dice que la población española que se encuentra en condiciones legales de contratar su trabajo por dinero, es de unos 23 millones de personas; de ellas, como una quinta parte, no encuentra oportunidad de hacerlo. Las otras cuatro quintas partes, unos 18,5 millones, conoceremos nuevas condiciones procedentes de la nueva Ley de Reforma Laboral. Esta nueva regulación se dice que está pensada para fomentar una mayor ocupación de la población en condiciones de trabajar.

Los últimos datos de la encuesta sobre la población activa, nos informa que cuatro millones y medio de parados, más dieciocho y medio de ocupados componen los 23 millones de personas de la población activa. Repitamos: 4,5 millones de activos sin trabajo junto a 18,5 millones con trabajo. Esta circunstancia, en números gordos, nos indica que todo lo trabajable en este país es bastante con las cuatro quintas partes de la población en condiciones de hacerlo; todo lo que es necesario hacer a través del trabajo, se hace realmente con las cuatro quintas partes de los trabajadores disponibles. Esta situación parece no agradar a nadie. Si lo ideal es el pleno empleo, hagamos cuentas:

El potencial horario de 18,5 millones de personas trabajando una media de 40 horas semanales asciende a 740 millones de horas; si ahora repartimos todo el capital horario necesario entre todo el potencial laboral disponible, obtendríamos que la teoría distributiva nos empuja a considerar que habrá que repartir el pastel laboral entre los 23 millones de trabajadores, lo que resulta una media de 31 horas semanales; o sea, unas seis horas diarias. Nótese que el número seis, como el ocho, es múltiplo de 24, lo que también posibilita la atención laboral permanente pasando de tres turnos a cuatro para los servicios que requieran una oferta repleta durante todo el día.

Una de las “arriesgadas” conclusiones es que tendríamos que conformarnos con trabajar una quinta parte menos, lo que supondría ganar -evidentemente- una quinta parte menos de nuestro actual salario; y así entonces, toda la población podría soportar mejores condiciones de seguridad en el trabajo aunque -por ahora- se verían alterados los salarios en beneficio de un pleno empleo.

¿ Qué dificultades tendría ejecutar un propuesta de tal índole? … pues ya verán ustedes qué diversidad de opiniones se presentan y qué nivel de fraternidad nos invade y alimenta. También podremos percibir las ganas de aportar con nuestro apoyo personal ese “derecho al trabajo” tan finamente jaleado para que sean los gobernantes quienes lo consigan y nos sigamos sacudiendo las manos. También es necesario desmontar lo inviable para mejor dedicar esfuerzos a lo posible.

Un ejemplo barato de los cientos que deben estudiarse, proponer y modificar: con un horario de seis horas, cuatro turnos en lugar de tres, en una fábrica. Supongamos que se pagase la hora de trabajo a diez euros.

Tres turnos x 10 obreros x 8 horas = 240 horas = 2400 euros
Cuatro turnos x 10 obreros x 6 horas = 240 horas = 2400 euros

En el estado actual de cosas, un obrero ganaría 80 euros/día y en el nuevo supuesto, obtendría 60 euros/día. En el primer supuesto la población laboral sería de 30 personas; en el segundo caso serían necesarias 40 personas.

Hemos de suponer que el potencial laboral que se encuentra ahora demandando un empleo, estaría dispuesto a aceptar la propuesta compartida. Esta propuesta, tiene además la particularidad de poder ser modificada en función de las necesidades globales de horas de trabajo y enriquecida con multitud de variables que no es este el momento de tecnificar con la montaña de datos, posibilidades y repercusiones que pueden derivarse.

Tú, como ciudadano, ¿te comprometerías a ganar menos, porque vas a trabajar menos tiempo y así podrían trabajar las personas que ahora no encuentran trabajo teniendo entonces su correspondiente salario?. Esa puede ser una primera pregunta. Yo sí.

Pero para todo esto, también sería necesario que cuando yo vuelva a buscar en Google “Organización Internacional del Trabajo” o “Internacional Socialista”(http://www.lainternacionalsocialista.org/ ) me debería encontrar con algo más de seis y cuatro millones de entradas, respectivamente.

Presentado el infierno laboral, otro día nos ocuparemos del paraíso fiscal.

Goyo
24-sep-10

La virtud del sofisma

Polemon

Al menos doscientas trece personas sintieron contento laboral el pasado mes de marzo en Extremadura; es posible que no hayamos tenido la suficiente comprensión para aliviar la desazón de las que perdieron su empleo; pero las grandes cuentas, la diferencia entre las personas que encontraron trabajo y las personas que lo perdieron ha sido por primera vez positiva en favor de esa necesidad tan vital para el ánimo y el bolsillo.

Por su parte, la ultraderecha mediática, ha encontrado nuevas vetas del dorado filón: como el lenguaje se conviene al usuario, basta retorcerlo hasta sangrar el embuste y aparentar pureza argumental. «Tolerancia cero» se suele escuchar como si tuviese algo que ver con «Tendido cero». Ya los sofistas clásicos se ganaban el pan y las monedas enseñando travesuras lingüísticas que desembocaban en aberraciones morales. «En este asunto, nuestro partido siempre ha sido contundente» se dejan decir las palabras.

Pues como decíamos ayer, comienzan a mejorar los datos del mundo laboral extremeño; una alegría aprisionada y expectante, próxima a «alegría cero» se exige, se exige incluso para los 213,… porque aparece en escena el señor Monago que dice ahora que «es que Vara esconde a los parados extremeños.«.

(Aclaración: la ilustración es el busto de Polemón, no del señor Monago)

Goyo
07-abr-10

Diezporciento.

diezporciento

Sin necesidad de someterme a pruebas neumológicas, seguro que mi capacidad pulmonar se ha reducido al menos en un 10% con respecto a la que tenía hace quince años. Sin ser experto cardiólogo, cualquiera podrá afirmar que mi potencial de bombeo sanguíneo también se ha reducido en porcentaje similar. Seguro que ya no puedo como antes levantar piedras de más de ochenta kilos, no creo que sepa resistir corriendo al trote más de dos kilómetros, la apnea mientras buceo seguro que ya no sobrepasa el minuto,… y así haciendo repaso y cuentas de mis capacidades, parece poco discutible afirmarme y reconocerme en la normalidad de un recorte general del 10% de mis potencialidades, si me comparo con la edad de los gloriosos años cuarenta. No obstante, me siento conforme y aún bien dotado en los ámbitos vitales y, las reducciones habidas, en realidad no las percibo como pérdidas: mera asimilación por adaptación.

Respecto a mi salud y sensación económica, la cosa ha ido al revés; pues a medida que ha transcurrido el tiempo, ha crecido mi holgura financiera en porcentaje similar al de las pérdidas biológicas. Este tipo de contraste parece que se defiende como ideal dentro de una sociedad que dice preocuparse por el desarrollo personal y por el bienestar social (?); no importa que al mismo tiempo existan miembros que a medida que transcurre el tiempo pasan a peor “condición financiera”. Cuando eso ocurre con excesiva frecuencia y descontrol, los expertos dicen que hay crisis.

Así, no me parece quebranto anunciar y afirmar que, si en la misma medida que han decrecido mis condiciones biológicas decrececiesen en mí las económicas, debido a un aumento de los impuestos que me han de retener para seguir asegurándose el bienestar social, no me da excesivo miedo «sufrir la inclemencia» si el resto de protecciones sociales generales siguen siendo las mismas; vamos, que soy capaz de aguantar una presión fiscal crecida un diez por ciento a la escasa presión fiscal que este estado del bienestar me organiza.

diezporciento

Seguro que puedo seguir disfrutando de los servicios de la comunidad con igual satisfacción aunque mi salario mensual disminuya un diez por ciento gravado por nueva carga fiscal. Presumo que esta misma sensación la puede tener alguna persona que supere el salario neto 1.500 €/mes. Deberíamos entender que las cuentas serían otras para las personas que perciben más de tres mil euros al mes. Yo me ofrezco voluntario a este condicionamiento. Bien creo que en algo se ayudará.

Claro, está esta oferta la daré por concluida cuando se cumpla una cualquiera de estas tres condiciones:

1.- Cuando el PIB nacional crezca en un porcentaje superior al 1,5% anual.
2.- Cuando el número de parados sea inferior a 3,5 millones.
3.- Cuando los representantes políticos de los gobiernos no sean carácter progresista.

Esto último me duele concertarlo así; pero hay demasiadas declaraciones de políticos conservadores que afirman convencidos de que lo que hay que hacer frente a este panorama es bajar los impuestos; esta creencia de que bajando los impuestos se aporta solución a la crisis -comprenderán ustedes- es absolutamente incompatible con la mía y, por tanto, porque yo no quiero chafarle a nadie la oportunidad de enderezar el actual entuerto, mi oferta no sólo sería inservible, sino contraproducente.

Goyo
24-feb-10