¿Por qué hay que sembrar un bellota?

Desde 1992 dedico al menos durante un mes a predicar sobre una de nuestras esencias arbóreas: la encina es para mucha población culta el árbol que mejor atesora sombra, refugio, leña noble, adorno perenne del campo, fruto rústico y madera que soporta fierro de cualquier herramienta. Como huyendo de la cursilería, el bello veteado de la madera de encina no soporta la linealidad artificial de las coquetas o de los chiffoniers, por eso prefiere las manceras, los estiles de azadones, los yugos,…y las colas de milano que engarzan los granitos de los puentes romanos.

La encina comenzó a tener enemigos hace como un siglo: el mercantilismo agropecuario, la «intensión» caprichosa de la ganadería, el cerealismo de los años cuarenta, la irrupción de la celulosa,… y otras cuantas torpezas capitalistas provocaron incluso un desprecio armónico: no solo contra la encina o el alcornoque, también contra el picón, la tórtola, el aclareo de chaparros, la poda «para el tractor», y otros menesteres que la falsa comodidad impone. Para remate pernicioso, el «Mal de la seca» se presenta temible, incansable, crecido,… llenando los troncos de chancros negros y las ramas de hojas de marrón enfermo.

Sembrar un bellota, para gente que no tenemos fincas es el desafío más ingenioso: basta una cuneta apartada, la proximidad de una pared de un cercado, una fisura en una roca o un lugar donde creamos que no llegará el jabalí o la paloma torcaz. Allí la semilla es capaz de brotar y almacenar lentitud. Si no tenemos terreno, optemos por la maceta como primer recurso; luego seguro que el tiempo abre posibilidades.

En estos años me han venido a golpear experiencias muy compensadoras: tengo/tenemos encinas y alcornoques creciendo incluso en tierras del hemisferio sur, a pesar del cambio estacional, siguen creciendo en Tenerife -gracias Juan Carlos- son ya mayores por tierras más cercanas y viven acompasadas y acompañadas de personas igualmente largas en intenciones.

El crecimiento es monstruosamente lento si lo valoramos desde la perspectiva de las prisas. No le des stress a su proceso, no la mates con riegos, no la engordes con fertilizantes,… sabe soportas las inclemencias más extremas.

Sembrar un bellota y esperar a sestear bajo la sombra de su encina requiere entrar en una lista de espera de 20 a 25 años, lo que se mide ahora como tiempo de una generación. Me diréis que es una exageración, pero así hay que aprenderlo.

Seguimos andando escasos de tiempo, de imaginación,… siéntate a observarte, siembra una bellota y contempla la quietud.

Para el fin de semana tendré dispuesto el folleto para que lo podáis reproducir y ajustar la campaña a vuestras ocurrencias.

Hoy quiero hacer mención especial al magnífico decoro que me ofrece Gemma Granado, que nos ofrece.

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bellota09

Goyo
19-nov-09