Contra la desesperanza

Esperanza

¿ Cuánto tiempo tiene que pasar para aprender ?

La precipitación de lo que había dentro del globo se ha depositado como cuando se le da con el garrote a la olla que cuelga repleta de monedas mezcladas con la harina: todo se blanquea en los alrededores y los caramelos ocupan ahora bolsillos diversos.

A pesar del pesar, no nos queremos convencer de que este mundo ha cambiado de forma; quizá haya cambiado progresivamente y no lo percibíamos entonces, y lo que ahora sucede es que aseguramos el cambio como una sorpresa no querida. Ha cambiado de forma, de organización, de medios, de marketing,… algunas viejas piezas podrán seguir rodando.

Ahora parecemos verlo más claro aplicando la pomada de la tozudez de los hechos. Atiende al ejemplo que aporto: unos gobernantes/aspirantes de la ciudad de Cáceres cuando apenas tenía 80.000 habitantes, calculaban para su plan urbanístico construir 57.000 viviendas en unos treinta años, lo que suponía duplicar su número de habitantes. Tal proyecto se anunciaba a la vez que estudios demográficos de la Uex cifraban que nuestra región apenas crecería en número de habitantes durante un cuarto de siglo. Cuando algunos nos preguntábamos entonces de dónde procederían las personas que habitasen tales viviendas, nadie se ocupó de callarnos con datos razonables; teníamos que pensar entonces que el cambalache demográfico se obtuviese a costa de hacer desaparecer a algunos pueblos y apuñalar el futuro del resto de poblaciones rurales. Esto último no se atrevían a decirlo, como tampoco se atrevían a decir que no nos hubiese importado acoger a más argentinos, a más rumanos, a más ecuatorianos o a más marroquíes. Ni tan siquiera se apuntaba a nuestros hermanos portugueses. La estructura del pensamiento-negocio estaba en construir para que el vidrio, el hierro, la baldosa, el adoquín,…fuesen los elementos puros de la incitación mercantil, financiera y política.

Hasta los nobles mundos del Trabajo y de la Educación tropezaron: adolescentes ávidos del «medio-millón-al-mes» cambiaron sus maltratados libros por el martillo de encofrar; a la vez que se empavonaban por tener un coche alemán, un salario mayor que el de su profesora de instituto y algunas otras vergüenzas que no me gusta recordar.

Nuestras opiniones de entonces seguían siendo «palos de ciego», palos al aire, afanes de agoreros envidiosos, …

Las catástrofes no afectan ya solamente a los de la burbuja feliz, se ha distribuido sin necesidad de Justicia Distributiva: menos ocupación laboral, menos protección sanitaria, menos ayudas a la ancianidad, menos medios para la educación, menos dineros para la cultura, menos proyectos para el avance de Ciencia,… o quizá se haya distribuido poderosamente a pesar de la debilidad de los poderosos. Manda una razón inasequible que es la misma que desprestigia a la única clase que puede ayudarnos: la política.

Otra vez en un mundo donde sobra un ojal y falta un botón.

En todas las historias terribles hay un lugar para la esperanza; o sea, que la esperanza también se refugia en los rincones de las historias terribles. No sé si ello hace de lo terrible algo más desesperanzado, o de lo poquito esperable hacemos lo mucho terrible. Quizá sea también terrible tener poca esperanza en las cuevas humanas donde todo se aproxima al terror oscuro.

Lo desesperanzado te vacía doliendo; lo hace como si tú fueses algo culpable de ese vacío. Y entonces es cuando nace el momento de la lucha y el tiempo de la actitud de no rendición porque los tiempos nos obligan a cambiar. Podemos hacerlo al obligado ritmo de los oportunistas o al voluntario compás de las nuevas oportunidades.

Goyo
Madrugada del 21 al 22 de diciembre: la noche más larga del año.