Los gusanos

 

 

Hay cosas que permanecen repitiéndose con ritmo violentamente pausado; por ejemplo, el incendio de nuestro Cerro de los Pinos. Nuestro y del personaje o grupo que anualmente se embadurna de asco al árbol y prende el pasto y provoca el incendio. Y hay maestras y maestros, y otros útiles sociales, que anualmente convencen a la chiquillada para que en una clara mañana se recomponga el castigado paisaje con arbolitos nacientes y esperanzas inocentes. El ying y el yang de la ecología cacereña. Otro día trataremos la pareja del calerizo interno y de la rivera externa.

Luego hay otras cosas que cambian. Por ejemplo, el despertar de los gusanos de seda, esos bichitos cilindrados que apenas causan repelús en la infancia. Duermen los gusanos porque las abuelas han guardado celosas los huevecitos que las mariposas han adherido a las paredes internas de la cajita de cartón donde adosaron el capullo. Las abuelas controlan durante nueve meses que la caja no se pierda y convive en el hogar con el calor y el abrigo merecido, que es muy diferente al que rodea a las moreras, que son los árboles que en exclusiva fabrican el alimento a los gusanos. Nacen entonces los gusanos cuando el calor ambiental acumulado alcanza cierto límite, que debiera ser el mismo que el que han acumulado las ramas de las moreras para reventar con brotes. Es decir, se requiere un estrecho ritmo de conciliación entre gusanos y moreras.

Lo que sucede es que no siempre ese calentamiento global que está en boca y en pluma de mucha gente coincide con el calentamiento hogareño. Y nacen gusanitos hambrientos sin que hayan nacido las primeras hojas verdes de las moreras. En esta tesitura, se mezclan malamente la desazón de la abuela, la incomprensión de los nietos y la hambruna gusanera.

Después de este episodio me nace ahora la reservada duda: por vez primera, grupos de adolescentes han protagonizado una manifestación para exigir de esta sociedad que contemple como problema vital las repercusiones que tendrá el cambio climático en sus vidas, en su futuro; que lo mismo les pasa como a los gusanitos, que aparecen con una dosis falseada de protección, calor y bienestar y las abuelas no alcanzaron o no quisieron conocer las consecuencias del desajuste climático en sus retoños.

Pero ustedes sabrán mas, que carecen de dudas.

 

Goyo

27-03-19

Cerezos en mi pueblo

Tengo hermosos «prunus» de flores blanquísimas que me decoran el Valle del Pompo, que es la zona que aquí conocemos como «Viñas de la Mata»; son ciruelos de dos variedades diferentes, primos hermanos de los cerezos que crecen más al norte y que conceden el ejemplo más clarividente de la belleza florida que necesariamente antecede a la fruta exquisita.

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Desde siempre he tratado de tener cerezos en mi pueblo, que dista apenas sesenta kilómetros al sur del Valle del Jerte. Con delicadeza les decía que creciesen, y ellos, casi obedientes, lo hacían hasta que cualquiera de dos o tres noches tórridas del mes de agosto, en la penillanura cacereña, les servía de infierno implacable. Después de algunos meses de vigor y crecimiento, no había forma de que superasen las noches infernales del mes de agosto; independientemente de que estuviesen bien atendidos en el riego.

No hay forma de asegurar el desarrollo natural de los cerezos en los márgenes del Tajo; quizá en algún valle no tan cálido, al sur del Tajo, puedan seguir creciendo; pero su fruta es esmirriada, tristona, inapetente e insegura.

Cada especie vegetal tiene sus limitaciones edafológicas -terreno-, climatológicas -humedad y temperatura- y geográficas -altitud y longitud- por tales razones no es posible el olivo en Alemania o los cerezos en Almería. Ya sé que nunca podré tener cerezos sanos en mi entorno y que si quiero presenciar flor y fruta abundante debo subir sesenta kilómetros al norte, al Valle del Jerte.

Pues mal, de ser ciertas las serias previsiones de temperaturas medias para finales de este siglo los cerezos del Valle del Jerte no podrán subsistir, les sucederá como a mis intentos. Llegará un agosto que altere gravemente las condiciones de las temperaturas nocturnas y los cerezos no podrán soportar el calentamiento ambiental; los primeros años comenzarán los más alejados de las sierras y la cumbres, después seguirán las condiciones escalando las sierras a la vez que las fiestas del cerezo en flor habrá que retomarlas en vídeos de hace cincuenta años.

Goyo
16-abr-10
Una banderita para los campesinos del Trabajo en Flor.

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