Alcaldes contra el paro

 

 

 

Hace como dos años y pocos días, mi pueblo fue inundado de octavillas culpabilizadoras de que un tal ZP -que no había sido Alcalde, ni se presentaba para ello- era el responsable de que hubiésemos llegado a los cinco millones de parados. Era el periodo electoral cifrado para componer de nuevo los gobiernos de los ayuntamientos y las promesas más atractivas del momento basculaban en argumentar que el equipo local era el culpable de la catástrofe y el cuadro visitante poseía todas las papeletas para sanar el problema del paro.

 

Como si fuese aniversario, el señor alcalde de Mérida se sincera esperando que alguien de su condición regidora le apunte camino: “Si algún alcalde ha conseguido bajar el paro, que me diga cómo”. Yo creo que esta condicional implica que el regidor emeritense desconoce que alguno de sus colegas haya conseguido tal hazaña, también implica que él mismo desconoce los mecanismos que desde un Ayuntamiento puedan aplicarse para rebajar el descalabro laboral y que, tras dos años de infructuoso ejercicio de reparo, estaría dispuesto a escuchar maneras y formas para enderezar el entuerto. Mangas verdes a horas negras. No se ha enterado que la respuesta está en la última Reforma Laboral.

 

El entusiasmo ciudadano mancillado de aquel mayo de hace dos años, despertó un junio nuevo que sembró lo suficiente para que en noviembre la cosecha se recogiese, sin importar la cantidad de cizaña que hubiese entre los granos. Una vez recogido el fruto, por seguridad, convenía asociar la cobranza a una supuesta herencia que lo mismo servía para argumentar todo, que se utilizaba para explicar nada. La buena gente de nuevo acogió la homilía venida de cerca, y de una cosa lejana que se llama FMI y de otra que nos cae a trasmano, vestida de negro. Ahora dicen que se equivocaron con y en Grecia. Aún no decimos que nos hemos equivocado con y en España.

 

El número de parados al comenzar este junio se ha reducido en unos cien mil; éxito que al decir de algunos no es otra cosa que fruto de las reformas y de los cambios. Otros minuciosos observan que los contratos indefinidos disminuyen a la misma velocidad que aumentan los contratos definidos por tiempos tasados, que en el argot de los currantes huela a basura de la buena.

 

Si tiene algún parado a mano, pregúntele su duda.

 

Goyo

12-jun-13