¿Por qué le echáis tocino al chorizo?

Quien como yo tuvo la infancia en ejercicio permanente para desear lo inalcanzable, recuerda que el tocino era una cosa y el chorizo otra cosa era. En ambos casos, se necesitaba navaja y pan: el pan hacía de soporte-base y la navaja distribuía las proporciones. Una tajá mal dada fundamentaba seria advertencia y regañina.

El tocino, blanco en crudo o acaramelado en cocido, transmitía pura energética; el chorizo sazonado en sabores de ajo y pimentón, ofrecía otras delicias y esencias proteínicas.

Después vinieron los doctores para desdecirse de la mala grasa que decían que tenía el aceite de oliva y para prohibir chacina y grasas animales. Parece que así es bueno.

Pero a uno le marcó el gusto aquella longaniza de la madrina o aquel chorizo de la cuerna que se reservaba para el día de Santiago; así ya los sabores pasaron al ADN, o bien, el ADN mutó hacia placeres conseguidos. Por eso distingo la cremosidad del tocino de la untuosidad de las mantecas mezcladas con los magros; sé que esta enseñanza no figura ya en ningún curricula pero muchas personas como yo la adquirieron de pura experimentación controlada.

El caso es que hemos comprado un chorizo con su tripa de recto, su presencia hinchada, so color apimentado,… y al partirlo, da escándalo el anuncio oculto del tocino adulterando la mezcla clásica. A degustarlo, para mí es escándalo es mayor.

Quizá no sea justo haber aprendido a degustar tan distantes sabores.

No vuelvo a comprarle chorizo al hombre que me engañó.

Goyo
23-ago-09

Chozino

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